miércoles, 29 de febrero de 2012

Dormir para siempre


Daniel era hijo de un alemán y una española. Nacido en un pueblecito de Alemania, conservaba todavía a los amigos de su infancia pero no se limitaba a ellos como lo hacen otras personas, sino que se interesaba también por conocer a nuevas personas como podría ser yo mismo.


Conocí a Daniel hará algo más de dos años a través de una amiga alemana y desde un primer momento me cayó bien. Tenía una de esas sonrisas que nunca se apagan y que delataba que disfrutaba cada momento con buen humor, contagiando a los demás con el mismo. Sin embargo, debido en gran parte a su irregular horario de trabajo no nos veíamos apenas. Alguna vez habíamos salido de juerga, habíamos jugado a póker en casa de un amigo o habíamos tomado unas cervezas, pero siempre pasaba bastante tiempo hasta que volvíamos a encontrarnos. Hay ocasiones en las que las circunstancias ponen trabas a una nueva amistad, y esta era una de ellas.



A pesar de aquellos comienzos, en el último tiempo quedábamos bastante más. Daniel, a sus treintaytantos, había decidido volver a estudiar para sacarse la selectividad y, quién sabe, quizás empezar después una carrera. Hacía ya unos meses que tenía un horario reducido de trabajo y asistía a clases por las tardes. Una de las asignaturas que estudiaba era español, así que ahora se solía juntar con un amigo mío que aprendía alemán para ayudarse mutuamente, ocasiones en las que yo también aparecía. Daniel contaba ilusionado como un niño lo que estaba aprendiendo, hablaba de sus compañeros de clase y los profesores y tenía miedo a los exámenes. Cuando hablaba de sí mismo no podía ocultar que disfrutaba su vida.


El miércoles pasado me junté con Daniel y ese amigo común y estuvimos hablando de todo un poco. Hablamos de sus estudios, de un extraño "problema" que Daniel padecía por el que nunca conseguía enamorarse, de su amiga especial que no llegaba a ser algo más por culpa de ese problema... Quedamos este martes para jugar a Playstation en mi casa.


El viernes pasado, Daniel salió hasta las dos de la mañana con unos amigos y tomó solamente un par de cervezas. Llegó a casa y se acostó.


Daniel nunca volvió a levantarse. Uno de sus mejores amigos lo encontró muerto en su cama el sábado por la noche. Daniel murió repentinamente a los treinta y tres años por un paro cardíaco.

3 comentarios:

JuanRa Diablo dijo...

Vaya, lo siento.

La vida tiene a veces unos borrones difíciles de entender.
Un abrazo

Mutnodjme dijo...

Triste e inevitable. Mientras tanto la rueda sigue girando para el resto... Saludos.

Anónimo dijo...

Gran Chaval.. En todo sentido..
Emilio